Lo que
rara vez se reconoce o comprende es que los cambios inducidos por las hormonas
dan a la mujer una visión más clara de si misma, de sus deseos y necesidades y una voz que insiste en hablar de ello. Es decir,
le dan una especie de sabiduría y el valor para expresarla.
Cuando empieza a levantarse el velo ofuscador de
la visión generado por las hormonas de la reproducción, suelen volverse a
encender el fuego y el espíritu juveniles de la mujer, junto con los deseos e
impulsos creativos sublimados durante mucho tiempo. La edad madura alimenta
esos impulsos con una energía volcánica
que exige una salida (sofocos).
Antes de
la edad madura, es característico que las energías de la mujer estén centradas
en el cuidado de otras personas. Nos animan a hacer esto, en parte, las
hormonas que controlan nuestro ciclo menstrual, las que nos alientan el
instinto de nutrir y el amor por la cohesión y la armonía en el mundo.
Pero
cada mes, durante uno o dos días, antes o durante la regla, se produce un
intervalo hormonal, en que se adelgaza el velo que separa el yo consciente del
yo inconsciente, y entonces nos habla la voz del alma, recordándonos sutilmente
nuestros deseos y necesidades.
El medio
hormonal que sólo estaba presente unos pocos días cada mes durante la mayor
parte de los años reproductivos, destinados a inducirnos a reexaminar la vida
un poquito cada vez, en la edad madura se queda en esa posición durante semanas
o meses seguidos. Pasamos de una corriente de sabiduría alterna a una continua,
que sigue activada después que acaba la menopausia.
El
cerebro empieza a cambiar realmente en la perimenopausia. Así como se nos
acalora el cuerpo, con los sofocos, también se nos enciende el cerebro. Los
cambios hormonales que son típicos durante la transición menopáusica conectan
un interruptor que señala cambios en los lóbulos temporales, la zona del
cerebro relacionada con una mayor
intuición.
Las
diferencias en los niveles relativos de estrógeno y progesterona afectan a los
lóbulos temporales y la zona límbica, y es posible que nos sintamos irritables,
nerviosas e inestables emocionalmente. Nuestra cultura ve estos cambios de
humor como consecuencia de las “hormonas furiosas” que no tienen nada que ver
con nuestra vida.
Pero hay
pruebas sólidas de que detrás de muchos de los cambios hormonales hay repetidos
episodios de estrés (debido, por ejemplo, a sentimientos de ira o impotencia
ante problemas en las relaciones, los hijos o la situación laboral).
Esto
significa que si no cambia la situación en la vida de la mujer, ya sea en el
trabajo, con los hijos, el marido, los padres o lo que sea, el estrés emocional
no resuelto puede exacerbar el desequilibrio hormonal perimenopáusico. Es
probable que se convierta en un periodo de enorme alboroto emocional.
Externa- y internamente este periodo es un
reflejo de la adolescencia, época en la que nuestro cuerpo y cerebro también
pasaron por importantes cambios hormonales que dieron la energía necesaria para
afirmar nuestra individualidad, independiente de nuestra familia, y ser las
personas que estábamos destinadas a ser. En la menopausia, reanudamos el
proceso desde donde lo dejamos en la adolescencia; es el momento de acabar la
tarea.
No
debería sorprender, entonces, que los estudios de investigación documenten que
aquellas mujeres que experimentan síntomas desagradables, e incluso graves, del
síndrome premenstrual suelen ser las mismas que después tienen una
perimenopausia tumultuosa, con síntomas físicos y emocionales difíciles.
Cuando
una mujer hace la transición a la segunda mitad de su vida, se encuentra en una
lucha, no sólo con su aversión al conflicto y al enfrentamiento, sino también
con la visión cultural de cómo “deben” ser las mujeres. La sabiduría interior
de su cuerpo tiene su última y mejor oportunidad de romper las barreras
erigidas por la cultura e ilumina los aspectos de la vida que necesita
trabajar. Para esto la mujer ha de conectar con la sabiduría de su cuerpo a
mitad de camino.
Las emociones, pensamientos, deseos
y sueños son nuestro sistema de orientación interior: nos hacen saber si
estamos viviendo en un ambiente de salud bioquímica o en uno de malestar
bioquímico. Nuestros pensamientos y emociones influyen en todas y
cada una de las hormonas y células de nuestro cuerpo y saber controlarlos de una
manera que favorezcan nuestra salud nos da acceso al secreto más potente y
saludable que existe.
Los alimentos naturales, los
suplementos, las hierbas medicinales, la meditación, la acupuntura etc. son
todos potentes instrumentos para fortalecer y proteger la salud.