“La educación que tenemos
roba a los jóvenes la conciencia, el tiempo y la vida”, son palabras
del psiquiatra Claudio Naranjo en una entrevista realizada por Alberto
D. Fraile Oliver. Naranjo afirma que “o cambiamos la educación o este
mundo se va a pique”.
Claudio Naranjo ha dedicado su vida a la investigación y a la
docencia en Universidades como Hardvard y Berkeley. Ha fundado el
programa SAT, una integración de la terapia Gestalt, el Eneagrama y la
Meditación para enriquecer la formación de profesores.
En este momento está lanzando un aviso muy contundente:
“O cambiamos la educación o este mundo se va a pique”
-Dices que para cambiar el mundo hay que cambiar la educación ¿cuál es la problemática de la educación y cuál es tu propuesta?
-La problemática en la educación no es de ninguna manera la que a
los educadores les parece que es. Creen que los estudiantes ya no
quieren lo que se les ofrece. A la gente se le quiere forzar a una
educación irrelevante y se defiende con trastornos de la atención,
con desmotivación. Yo pienso que la educación no está al servicio de
la evolución humana sino de la producción o más bien de la
socialización.
Esta educación sirve para domesticar a la gente de generación
en generación para que sigan siendo unos corderitos manipulables por
los medios de comunicación. Esto es socialmente un gran daño. Se
quiere usar la educación como una manera de meter en la cabeza de la
gente una manera de ver las cosas que le conviene al sistema, a
la burocracia. Nuestra mayor necesidad es la de una educación
para evolucionar, para que la gente sea lo que podría ser.
La crisis de la educación no es una crisis más entre las muchas
crisis que tenemos, sino que la educación está en el centro del
problema. El mundo está en una crisis profunda porque no tenemos una
educación para la conciencia. Tenemos una educación que en cierto modo
le está robando a la gente su conciencia, su tiempo y su vida.
El modelo de desarrollo económico de hoy ha eclipsado el desarrollo de la persona.
-¿Cómo sería una educación para que seamos seres completos?
-La educación enseña a la gente a pasar exámenes, no a pensar por
si misma. En un examen no se mide la comprensión, se mide la capacidad
de repetir. ¡Es ridículo, se pierde una cantidad tan grande de energía!
En lugar de una educación para la información, se necesitaría
una educación que se ocupe del aspecto emocional y una educación de
la mente profunda. A mi me parece que estamos presos entre
una alternativa idiota, que es la educación laica y una
educación autoritaria que es la educación religiosa tradicional. Está
bien separar Estado e Iglesia pero, por ejemplo en España, han echado
por la borda el espíritu como si religión y espíritu fueran la misma
cosa.
Necesitamos que la educación atienda también a la mente profunda.
-¿Cuándo hablas de espiritualidad y de mente profunda a qué te refieres exactamente?
-Tiene que ver con la conciencia misma. Tiene que ver con
aquella parte de la mente de la que depende el sentido de la vida. Se
está educando a la gente sin ese sentido. Tampoco es la educación
de valores porque la educación de valores es demasiado retórica
e intelectual. Los valores deberían ser cultivados a través de
un proceso de transformación de la persona y esta transformación está
muy lejos de la educación actual.
La educación también tiene que incluir un aspecto
terapéutico. Desarrollarse como persona no se puede separar del
crecimiento emocional. Los jóvenes están muy dañados afectiva y
emocionalmente por el hecho de que el mercado laboral se traga a los
padres y ya no tienen disponibilidad para los hijos. Hay mucha carencia
amorosa y muchos desequilibrios en los niños. No puede aprender
intelectualmente una persona que está dañada emocionalmente.
Lo terapéutico tiene mucho que ver con devolverle a la persona
la libertad, la espontaneidad y la capacidad de conocer sus
propios deseos. El mundo civilizado es un mundo domesticado y la
enseñanza y la crianza son instrumentos de esa domesticación. Tenemos
una civilización enferma, los artistas se dieron cuenta hace mucho
tiempo y ahora cada vez más los pensadores.
-A la educación parece solo interesarle desarrollar la parte racional de la gente ¿Qué otras cosas podrían desarrollarse?
-Yo pongo énfasis en que somos seres con tres cerebros: tenemos
cabeza (cerebro intelectual), corazón (cerebro emocional) y tripas
(cerebro visceral o instintivo). La civilización está íntimamente ligada
por la toma de poder por el cerebro racional. Con el momento en que
los hombres predominaron en el dominio político, unos 6000 años atrás,
se instaura esto que llamamos civilización. Y no es solamente el
dominio masculino ni el dominio de la razón sino también de la
razón instrumental y práctica, que se asocia con la tecnología; es
este predominio de la razón instrumental sobre el afecto y sobre
la sabiduría instintiva lo que nos tiene tan empobrecidos. La plenitud
la puede vivir sólo una persona que tiene sus tres cerebros en orden
y coordinados. Desde mi punto de vista necesitamos una educación
para seres tri-cerebrados. Una educación que se podría llamar holística
o integral. Si vamos a educar a toda la persona, hemos de tener
en cuenta que la persona no es solo razón.
Al sistema le conviene que uno no esté tanto en contacto consigo
mismo ni que piense por sí mismo. Por mucho que se levante la bandera de
la democracia, se le tiene mucho miedo a que la gente tenga voz y
tenga conciencia.
La clase política no está dispuesta a apostar por la educación.
-La educación nos sumerge en un mar de conceptos que nos
separan de la realidad y nos aprisiona en nuestra propia mente ¿Cómo se
puede salir de esa prisión?
– Es una gran pregunta y es una pregunta necesaria en el
mundo educacional. La idea de que lo conceptual sea una prisión requiere
una cierta experiencia de que la vida es más que eso. Para uno que
ya tiene el interés en salir de la prisión de lo intelectual, es
muy importante la disciplina de detener la mente, la disciplina
del silencio, como se practica en todas las tradiciones
espirituales: cristianismo, budismo, yoga, chamanismo… Parar los
diálogos internos en todas las tradiciones de desarrollo humano ha sido
visto como algo muy importante. La persona necesita alimentarse de otra
cosa que conceptos. La educación quiere encerrar a la persona en un
lugar donde se la somete a una educación conceptual forzada, como si no
hubiera otra cosa en la vida. Es muy importante, por ejemplo, la
belleza. La capacidad de reverencia, de asombro, de veneración, de
devoción. No tiene que ver necesariamente con una religión o con un
sistema de creencias. Es una parte importante de la vida interior que se
está perdiendo de la misma manera en que se están perdiendo los
espacios bellos de la superficie de la Tierra, a medida que se construye
y se urbaniza.
-Precisamente quería preguntarte tu opinión sobre la crisis ecológica que vivimos.
-Es una crisis muy evidente, es la amenaza más tangible de todas.
Se puede prever fácilmente que con el calentamiento de la Tierra, con
el envenenamiento de los océanos y otros desastres que están pasando,
no vamos a poder sobrevivir tantas personas como las que somos ahora.
Estamos viviendo gracias al petróleo y consumimos más recursos de
los que la tierra produce. Es una cuenta atrás. Cuando se nos acabe
el combustible será un desastre para el mundo tecnológico que tenemos.
La gente a la que llamamos más primitiva como los indígenas tienen
una forma de tratar a la naturaleza que no viene del sentido utilitario.
En la ecología como en la economía y otras cosas, hemos
querido prescindir de la conciencia y funcionar sólo con argumentos
racionales y eso nos está llevando al desastre. La crisis ecológica sólo
puede pararse con un cambio de corazón, verdadera transformación, que
sólo la puede dar un proceso educativo. Por eso no tengo mucha fe ni en
las terapias ni en las religiones.
Solo una educación holística podría prevenir el deterioro de la mente y del planeta.
-¿Podríamos decir que has encontrado un equilibrio en tu vida a esas alturas?
-Yo diría que cada vez más, aunque no he terminado el viaje. Soy
una persona que tiene mucha satisfacción, la satisfacción de
estar ayudando al mundo en el que estoy. Vivo feliz, si se puede ser
feliz en esa situación trágica en la que estamos todos.
-Desde tu experiencia, tu trayectoria y tu madurez, ¿cómo procesas el hecho de la muerte?
-En todas las tradiciones espirituales se aconseja vivir con la
muerte al lado. Hay que hacerse a esa evidencia de que somos mortales y
creo que el que toma la muerte en serio no será tan vano. No tienes
tanto miedo a cosas pequeñas cuando hay una cosa grande de la
cual preocuparte más. Yo creo que la muerte sólo puede superarla uno que
en cierto modo muere antes de morir. Uno tiene que morir a la
parte mortal, a la parte intrascendente. Los que tienen suficiente
tiempo y vocación y que llegan suficientemente lejos en este viaje
interior se encuentran tarde o temprano con su verdadero ser. Y ese ser
interior o ese ser lo que uno es, es algo que no tiene tiempo y que le
da a una persona una cierta paz o un sentido de invulnerabilidad.
Estamos muy absortos en nuestra vida cotidiana, en nuestros pensamientos
de alegría, tristeza, etc… No estamos en nosotros, no estamos atentos
a quien somos. Para eso necesitamos estar muy en sintonía a
nuestra experiencia del momento. Esta es la condición humana, estamos
viviendo hacia el pasado y el futuro, el aspecto horizontal de nuestra
vida.
Pero poco atentos a la dimensión vertical de nuestra vida, el
aspecto más alto y más profundo, eso es el espíritu y es nuestro ser y
la llave para acceder es el aquí y ahora.
A veces vamos en busca del ser y a veces nos confundimos en la búsqueda de otras cosas menos importantes como la gloria.
Autor: Alberto D. Fraile Oliver
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